Estamos en una época convulsa, en la que todos los paradigmas parecen cuestionables. El fenómeno de pandemia, aunque pronosticado, ha provocado una desorientación colectiva por no haber tomado en serio su impacto súbito e inesperado. El futuro es incierto y hay pocas cosas que podemos afirmar con un mínimo de certeza. Nuestras dudas nos llevan a realizar predicciones sobre el devenir de la sociedad con la cada vez más utilizada expresión: “esto ha venido para quedarse”. Como en el caso de la utilización del teletrabajo y la comunicación interpersonal gracias a las nuevas tecnologías.
Probablemente, la intuición es cierta, pero la aplicación del teletrabajo será muy distinta a la que se está realizando durante la crisis de la COVID-19. Es lo que ha sucedido siempre cuando se han dado saltos disruptivos, en las organizaciones.
Teletrabajo: Presente y futuro
Hay motivos para pensar que el uso del teletrabajo va a ser diferente. Lo único que hemos hecho ahora es trasladar a remoto las mismas operativas que se hacían presencialmente. Más allá del gran esfuerzo temporal de muchas personas para mantener en marcha las organizaciones, esto no es sostenible en el largo plazo sin un fuerte rediseño organizativo que permita una eficacia de las operativas.
No voy a pretender un análisis exhaustivo de todas las posibilidades que ofrece esta nueva forma de trabajar, pero si un par de reflexiones que ayuden a su diseño y especialmente las posibilidades que ofrece en un entorno industrial.
La primera de ellas es la dificultad que genera un teletrabajo basado en las actividades de las personas. Una vez superada la primera fase de voluntarismo para salvar el primer impacto, no parece que las actuales experiencias de teletrabajo por tareas refrenden su éxito. De hecho, muchas organizaciones que lo han implementado a causa de la pandemia empiezan a notar sus limitaciones y dificultades de gestión. Las experiencias de teletrabajo más exitosas, y que ya vienen funcionando desde hace tiempo, son aquellas basadas en objetivos.
Tener una organización habituada a trabajar esencialmente por objetivos es muy diferente tanto cultural como organizativamente de una organización habituada a trabajar por actividades (la mayoría en la actualidad). Como todos sabemos, un cambio cultural no se realiza de forma súbita y poco planificada. Al contrario, supone que las organizaciones tendrán que repensarse profundamente cómo asignar objetivos en la forma y tiempo adecuados.
La segunda reflexión, es en torno a cómo conjugar el trabajo a distancia con las necesidades relacionales humanas en una organización. Un equipo ágil, motivado e ilusionado está basado en un largo número de interacciones personales que la proximidad física y la comunicación no verbal facilita. Esto implica que será necesario repensar y reestructurar las relaciones personales para que puedan mantenerse en la distancia.
Después de dos someras, pero fundamentales aproximaciones, merece una reflexión un campo concreto como es la industria. ¿Es posible implementar el teletrabajo en las industrias como herramienta de competitividad cuando el mundo vuelve a reclamar proximidad productiva? Los conceptos clave son digitalización e industria 4.0.
Habrá que repensar sobre todo las tareas personales no físicas involucradas en un proceso productivo 4.0. El abanico de posibilidades que se abre es enorme y difícil de resumir en pocas palabras -y debe ser objeto de otro comentario ad hoc– pues la cantidad de tecnologías involucradas es grande. Lo que es seguro es que las tareas, objetivos, la ubicación de las personas, el fraccionamiento de los puestos de trabajo tradicionales y la asignación de cada microtareas pueden y deben cambiar para optimizar la gestión de los procesos productivos. Si estos cambios se producen, las industrias podrán ser competitivas en un nuevo marco, en el que el teletrabajo demuestra ser útil y eficaz para asignar cada microfunción al mejor talento.